miércoles, 1 de agosto de 2007

LOS TORNEOS

Los torneos, batallas preparadas entre caballeros, surgieron en el siglo X y contaron desde su comienzo con la condena del Papa, en el segundo Concilio de Letrán, bajo el papa Inocencio II, y los reyes de Europa, que no aprobaban las heridas y las muertes producidas entre sus caballeros por lo que ellos consideraban una actividad frívola. Sin embargo los torneos se extendieron, convirtiéndose en parte importante de la vida de un caballero. Los torneos empezaron a realizarse como encuentros individuales entre caballeros, y fueron complicándose con el paso del tiempo. Se convirtieron en acontecimientos sociales importantes, que atraían a patrocinadores y participantes desde lugares lejanos. Se construyeron recintos especialmente destinados a los torneos, con pabellones para los combatientes y gradas para los espectadores. Los caballeros seguían batiéndose individualmente, pero ahora lo hacían también en equipos. Se retaban utilizando diversas armas y llevaban a cabo simulacros de batalla con cuadrillas. Las justas o lizas, un enfrentamiento de dos caballeros con lanza, se convirtieron en el acontecimiento más celebrado. Los caballeros competían como los atletas de nuestros tiempos para obtener premios, prestigio y la mirada de las damas que llenaban las gradas. En el siglo XIII, murieron tantos hombres durante los torneos que los gobernantes de Europa, incluyendo el Papa, comenzaron a alarmarse. En 1240, por ejemplo, murieron sesenta caballeros en un torneo realizado en Colonia. El Papa quería disponer del mayor número posible de caballeros para luchar en Tierra Santa, y no aprobaba que se mataran entre sí en los torneos. Se despuntaron las armas y se dictaron reglas encaminadas a reducir la incidencia de lesiones relevantes, pero seguían produciéndose heridas graves y fatales. Enrique II de Francia, por ejemplo, fue herido de muerte en una justa que se llevó a cabo para celebrar la boda de su hija. Los retos normalmente se planteaban de forma amistosa, pero si existían rencores entre combatientes, estos podían resolverse en un combate a muerte. Los perdedores eran capturados y debían pagar un rescate en caballos, armas y armaduras, a los vencedores para su liberación. Los heraldos llevaban un control de los resultados del torneo, como los marcadores actuales en el béisbol. Un caballero de bajo rango podía amasar una fortuna gracias a los premios obtenidos y atraer a alguna dama adinerada.

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