miércoles, 1 de agosto de 2007

LAS TACTICAS DE LA CABALLERIA

La caballería normalmente se organizaba en tres grupos, o divisiones, que eran lanzadas al combate una detrás de otra. La primera oleada debía abrirse paso entre el ejército enemigo o desbaratar sus filas para que la segunda o la tercera pudiesen hacerlo. Una vez que el enemigo se ponía a correr, comenzaban la matanza y la captura propiamente dichas. En la práctica, los caballeros actuaban individualmente en detrimento de lo planeado por el comandante. El honor y la gloria eran los principales intereses de los caballeros, por lo que maniobraban para obtener posiciones de primera fila en la primera división. La victoria del ejército en el campo de batalla era un objetivo secundario al de su propia gloria. Batalla tras batalla, los caballeros cargaban tan pronto como veían al enemigo, desbaratando todo plan previsto. En ocasiones, los comandantes desmontaban a sus caballeros para poder controlarlos mejor. Esta opción era bien acogida por las tropas menores, cuyas esperanzas en las luchas de embestida eran realmente pocas, por lo que aumentaba el vigor en el combate y la moral del soldado común. En este caso los caballeros, junto con soldados de infantería, luchaban tras estacas u otras construcciones defensivas que se diseñaban para minimizar el impacto de las cargas de la caballería. Un ejemplo de conducta indisciplinada por parte de los caballeros fue la batalla de Crécy en 1346. El ejército francés superaba en mucho en número al inglés (40.000 contra 10.000), y tenía una cantidad mucho mayor de caballeros. Los ingleses se dividieron en tres grupos de arqueros protegidos por estacas. Entre los tres grupos había dos de caballeros desmontados. Un tercer grupo de caballeros sin montura permanecía en la reserva. El rey francés envió a los ballesteros mercenarios genoveses a contener al ejército enemigo mientras él trataba de organizar en tres grupos a sus propios caballeros. Sin embargo, las ballestas estaban mojadas y resultaron ineficaces. Por su parte, los caballeros franceses ignoraron los esfuerzos de su rey nada más divisar al enemigo, prorrumpiendo en frenéticos gritos de "¡Mueran! ¡Mueran! ¡Mueran!". Impacientándose con los ballesteros genoveses, el rey francés mandó cargar a sus caballeros, que arrollaron a su paso a los genoveses. Aunque la lucha se prolongó durante todo el día, los caballeros y arqueros ingleses, cuyas cuerdas de los arcos permanecían secas, derrotaron a la caballería francesa por la indisciplina con que combatió. A finales de la Edad Media, el valor de la caballería pesada en el campo de batalla había descendido al nivel de los tiradores y la infantería. Para entonces, ya se había aprendido la inutilidad de cargar contra una infantería bien disciplinada y situada. Las reglas habían cambiado. Las estacas, trampas para caballos, y trincheras se empleaban con asiduidad para protegerse de las cargas de caballería. Las cargas contra filas masivas de piqueros y arqueros/artilleros dejaban como único resultado una pila de caballos y hombres destrozados. Los caballeros se vieron obligados a luchar a pie o a esperar una oportunidad propicia para cargar. Las cargas devastadoras eran aún posibles, pero sólo cuando el enemigo estaba en desbandada, desorganizado o fuera de sus temporales construcciones defensivas.

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